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  • Foto del escritorJuan Felipe Espinosa

Investigadores implementaron modelo para mejorar rentabilidad social de centros científicos

El proceso, que incluyó diálogos participativos de 130 investigadores de diversas disciplinas, se extendió por 18 meses y culminó con la elaboración de un artículo para políticas públicas que recoge la metodología para su implementación.


Rentabilidad social

Un estudio reciente encargado por los ministerios de Economía y Ciencias arrojó que la rentabilidad social de los institutos y núcleos Milenio –un programa iniciado a comienzos de este siglo y que supone una de las principales políticas públicas del país– ascendía a más de $2 mil 600 millones. Esta unidad de medida refiere el valor de los proyectos en función de su contribución a la sociedad.

“La rentabilidad social es una manera de evaluar el beneficio que reporta una institución no solo desde el punto de vista económico o de la investigación, sino el aporte que hace a toda la sociedad”, señala Juan Felipe Espinosa, investigador principal del proyecto Anillo y quien fue parte del proceso que derivó en la creación del modelo de cultura de excelencia de BNI.

Este enfoque ha ido ganando terreno entre las naciones con mayor potencial de investigación, organismos internacionales o bloques regionales. De acuerdo a la OCDE, por ejemplo, el concepto de excelencia científica ha variado en los últimos 20 años. Si antes se asociaba a los índices de publicación WOS o Scopus, en la actualidad, las crisis sociales, sanitarias y medioambientales, llevan este concepto hacia un contexto más complejo, amplio y de márgenes más difusos, añade el Dr. Espinosa.

“Si la actividad científica se diversifica, se pueden descubrir nuevas clases de productos que contribuyan al bienestar social de una comunidad. Bien aplicado, el instrumento de Participación Fuerte puede llegar a impactar en el largo plazo a niveles de generar mejores relaciones con sectores como el mundo productivo, startups, pymes u otros, o eventualmente el ámbito político, tanto a nivel territorial como de relaciones con los políticos que nos representan”.

El investigador del proyecto Anillo comenta que organizaciones de países como Alemania e Inglaterra están promoviendo nuevos modelos de vinculación con el Estado, la empresa, la academia y la ciudadanía, concretamente a nivel de transferencia, educación y políticas públicas. Y que, de hecho, a nivel de la Unión Europea se trabaja en nuevos modelos económicos y organizacionales para diversificar y actualizar el sentido social y cultural de la excelencia de sus centros de investigación.

“Podemos proyectar que este instrumento va a contribuir a conectar a la ciencia con otras esferas de la sociedad, más allá de las que tradicionalmente ha estado vinculada. Los centros de excelencia existen con fondos públicos, los impuestos de los chilenos, y son concursables. Tenemos grandes expectativas sobre ellos. Y no puede ser que si hay tanto en juego, no se asuma la responsabilidad de diversificar sus productos y aspirar a una cultura de excelencia multidimensional, no solo en investigación: asesoría, educación, organización o formación de redes”, culminó el Dr. Espinosa.


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